Desde Cajatambo Perú.

jueves, 28 de febrero de 2013

CAJATAMBO ENTRE LA FICCIÓN Y LA AFICIÓN

LA FIESTA DE LOS TOROS.- Quienes son hoy adultos y adultos mayores, recuerdan con nostalgia aquellas tardes taurinas en las que el pueblo se divertía con autenticidad. El escenario: bajando de La Torre por sus inmensas graderías estaba el antiguo mercado, a su lado  una vieja iglesia y su respectivo campanario y frente a este conjunto de edificaciones ( en parte reemplazado por el Centro Cívico actual), estaba y está todavía la única iglesia que subsiste( de las tres que habían en el pueblo),  a cuyo costado existía un solar donde ahora  hay oficinas administrativas y otras  a cargo de la propia  iglesia.   Entre los dos  templos  mencionados existía una explanada amplia que se cercaba con barandas y tabladillos, por los cuatro lados, los cuales servían de tribunas para los espectadores y en cuadrilátero al centro, era el escenario de las corridas. Los Arreadores.- Un grupo de experimentados personajes se encargaban de conducir al ganado bravo desde sus respectivas estancias como Shiri, Colpa, Rancas, y otros lugares, hacia el solar junto a la iglesia que servía de coso en los días de la Fiesta Brava. Entre los arreadores más experimentados cabe recordar a Teófilo Fuentes Rivera Castillo, Diógenes Ballardo, entre otros. Eran momentos de emoción y alto riesgo para quienes transitaban por los caminos por donde  se conducían estos animales; había que tomar precauciones y había mucha expectativa entre la la gente joven. Los Enlazadores.- Se encargaban de sacar a las reses para la lidia al cuadrilátero ( no ruedo), las mismas que podían ser o bien toros, vacas, terneras o torillos. El más popular y querido por la afición fue Juan Chamorro, el infalible tira-lazo de cada fiesta. Tenía un dominio extraordinario sobre estos animales, casi mágico. Entraba solo y a pie firme al corral, escogía al animal de turno, lo enlazaba y lo sacaba. En el pórtico lo esperaban algunos ayudantes, por si fueran necesarios. Durante la faena, mientras los toreros hacían lo suyo don Juan paseaba junto a las barandas, con el cabestro en la mano,  haciendo tiempo para sacar al siguiente animal. Los toros no embestían y si alguno intentaba lo disuadía jugueteando con el aro de cabestro sobre las narices del animal. Los Toreros.- A diferencia de lo que ahora ocurre, los toreros surgían desde las tribunas. El espectador con condiciones salía con una capa improvisada ( un poncho, una manta, un pañolón y pocas veces una verdadera capa), se situaba dentro escenario, sacaba un número de capas, según sus posibilidades. Cada vez que el animal exteriorizaba su bravura con gestos y ademanes el público se encrispaba, la expectativa crecía, si el bravo pasaba rosando el cuerpo del adversario se producía en griterío de las mujeres y luego venían los aplausos, había salido una buena capa. Eran realmente actos emocionantes para el torero como para los espectadores, entre los cuales estaban amigos y familiares. Eran emociones en grado superlativo. Hoy salen toreros en traje de luces, que nadie conoce, en las tribunas todos saben que son profesionales en la materia y presumen  que lo harán bien y no produce tanta emoción como los aficionados de antaño. Si es cogido por el bravo, consideran que fue un error del torero y, en todo caso el sentimiento que se produce no es el mismo que la gente siente por un aficionado que no cobra por su actuación sino que entra para divertirse y divertir a los asistentes. Entre los aficionados toreros cabe recordar a Eutimio Rivera ( a caballo), Ramón Hijar, Augusto Fuentes Rivera Vega, Pelayo Fuentes Rivera Solís, Teófilo Fuentes Rivera Castillo, Raúl Rivera Arias, Teófilo Rivera Arias ( Champo), Diógenes Ballardo, etc.
Los  Capitanes de La Tarde.- Tenían las mismas funciones que los de ahora, sus comisarios, sus damas, todos sus colaboradores vivían en Cajatambo. Los animales a  sacrificar para la preparación de los alimentos  y todos los víveres eran del propio lugar. Hoy nada es del lugar. Los capitanes, los toreros, las damas, los toros, etc. llegan de otros lugares; todo procede de la costa. La cancha, el pari, los cuyes, la chicha, etc. nada de esto es del lugar.Ni el público asistente procede de Cajatambo.  Lo único auténtico del lugar es el escenario, es decir el terreno sobre el cual se levanta el ruedo o coso.Los días de fiesta hay una presencia multitudinaria de cajatambinos, familiares y  amigos que residen en distintos lugares del país, pero mayoritariamente en Huacho y Lima, llegan con motivo de las fiestas en masivo traslado, llenan los restaurantes, calles y plazas. Pasada la fiesta, solo quedan la desolación y la basura. Pero por arriba y muy por encima de fiestas, bullicios y su secuela, están un puñado de heróicos cajatambinos ( aproximadamente unas 20 personas), que no han abandonado su tierra y que son los únicos que permanentemente hacen presencia, durante meses y años. Gracias a estas honorables personas, Cajatambo existe como ente viviente. De no ser así, sería un pueblo fantasma.




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