Desde Cajatambo Perú.

sábado, 14 de octubre de 2023

GANADERÍA EN CAJATAMBO: INCANATO-COLONIA-REPÚLICA

Tuntur, Ex-Hacienda Ganadera


Vista parcial de la ex-hacienda diseñada para la cría de ganado vacuno; contaba con manantial, dos reservorios para el riego de potreros de alfalfa, corredores para el traslado de hatos de reses, corrales para varios fines inherentes a la ganadería. Había conjunto habitacional para albergar a la familia del propietario y los trabajadores. Dejó de funcionar como tal en las primeras décadas del siglo pasado, al fallecer el propietario y gestor.

A la llegada de los españoles, existía en estas tierras la actividad ganadera dedicada a la cría de auquénidos. Precisamente Miguel de Estete se refiere a esta actividad;  él fue un  soldado-cronista español, que acompañó a Hernando Pizarro en el cumplimiento de una misión encomendada por su hermano Francisco Pizarro, para la cual debía recorrer la ruta Cajamarca- Pachacamac- Jauja (1533); en esa ocasión la comitiva pasó por  Caxatambo (Cajatambo), tanto de ida como de vuelta; y dice al respecto : "Este es un gran pueblo situado en un valle hondo donde ay muchos ganados de  ovejas. Llamase el señor de este pueblo Sachao"(1). Menciona ovejas porque, al observar a la distancia a dichos animales en sus corrales o pastando, talvez no pudo distinguir sus características o creyó que eran variedades de ovinos. Pero  el caso es que en el recorrido vio numerosos corrales de cría de auquénidos, en la región puna que se extiende entre Cajatambo y el paso de Quépoc, como al otro lado entre Uchpa y Pomaca (2). Muchas de esas estancias han subsistido a lo largo de la Colonia y de la República; desde las primeras décadas del siglo pasado, mayoritariamente mediante un manejo de mutuo acuerdo entre el propietario de los terrenos pastales y el trabajador,  denominado pastor. Las condiciones pactadas incluían provisión de víveres y comestibles así como asistencia y provisión para la medicación del ganado a su cargo, incluyendo el rebañoy los hatos propios del pastor.  La reforma agraria implementada por el gobierno  revolucionario de Velazco Alvarado estableció que "la tierra es de quien la trabaja"; ejecutada la reforma, pasado unos pocos años esos terrenos pastales cayeron en el abandono porque el Estado no dio el apoyo necesario  ni los beneficios que que estaban acostumbrados a recibir durante la vigencia del mutuo acuerdo. Esa reforma le resultó fatal al supuesto beneficiario. Pues de la noche a la mañana se vio privado de los productos alimenticios a que tenían derecho, según convenio y que se producían en las tierras bajas, a cargo de los dueños del ganado en la puna. Como es sabido, en esta región no se hace agricultura, ya que la altitud no lo permite; solo se hace ganadería.  Hoy esos terrenos lucen abandonados y las manadas de ovejas, vacunos, equinos y otras especies que se apreciaba en el trayecto entre Quépoc y Cajatambo no existen, salvo en una que otra estancia; en el tramo de Cajatambo a Chanquillo, donde antes de la reforma agraria había por lo menos una veintena de estancias en pleno apogeo, con variedad de rebaños y hatos, hoy existe solo una,  la de la familia Herrera. Se sabe que en otras áreas hay una que otra estancia, en proceso de de recuperación. En el Distrito de  Gorgor, cerca Nunumia, está la Hacienda Colpa, existe como centro de crianza de auquénidos, desde antes de la llegada de los españoles; durante la Colonia los pastizales cayeron en manos de los españoles, que fueron pasando  sucesivamente a sus herederos. "...la referencia más antigua sobre el tamaño de los ganados que contenía está fechada recién en 1609.Por febrero de ese año, unos tasadores señalaron que la propiedad superaba las  30,000 cabezas..." de ovinos (3).  



Estancia de Colpa, en la puna de Gorgor, muy mencionada en la época del corregimiento como proveedora de lana para los obrajes.

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(1) Hugo Pereyra Placencia, HISTORIA DEL CORREGIMIENTO DE CAJATAMBO,Lima 2020. Pág.30

(2) Casaverde Rios, Guido y otros. El Camino Inca de Cajatambo.  En Andares-La República, año III N° 178, Lima 2001, pág. 2.

(3) Hugo Pereyra Placencia, obra  citada, pág.77

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