Desde Cajatambo Perú.

sábado, 24 de enero de 2015

Tradiciones Cajatambinas: Las Chicherías.

Elaboración y Consumo de Chicha de jora en Cajatambo.- La elaboración de la Chicha en Cajatambo hasta los primeros años de la década de los 60 del siglo pasado, era en realidad una industria muy rentable, que dejaba muy buenos dividendos a quienes estaban inmersos en la elaboración y venta de chicha de jora. Personajes muy conocidos se dedicaban a este negocio. Entre las más conocidas, en el barrio de Antay (de Tambo no conocemos mucho pero sabemos que habían varias), que poseían establecimientos propios, podemos mencionar a la las Señoras: Olga Requena, Adolfina Gonzales, Elisa Reyes, Lucila Quinteros, Sabina Leiva, Sra. Loarte, Sra. Celestina  Retuerto, etc. En todas ellas las que atendían eran personas jóvenes, del sexo femenino, especializadas en la atención de los consumidores in situ y  pedidos para domicilio. Era necesaria  la experiencia en el trato con  clientes, porque había que vérselas muchas veces con gente que en el consumo llegaba a la embriaguez, porque solían agregar ron a la chicha.. Entre las personas que atendían en las chicherías de la calle Gorgor podemos citar a varias, solo por sus apelativos y no por sus nombres verdaderos, pues estos casi no se sabían públicamente y disculpen por eso: Macla, Usumuchca, Pildorita, Acucha, Orumanca, Toribia, Patuca, etc.
Esta última de las mencionadas nos merece unas lineas, por su alto espíritu de colaboración, por su apego al trabajo, su honestidad. Su nombre es Patrocinia, natural de Utcas. Trabajó hasta los años 50 del siglo pasado, al lado de la Sra. Sabina Leyva. Patuca tuvo cuatro descendientes: Antonia llegó a ser negociante mayorista en la antigua Parada, Silveria, de singular belleza, salió de Cajatambo dejando acongojado a más de uno,  Serapio que murió en un accidente, y Egustalio, que aprendió a reparar cocinas a gas de kerosene. 

En las chicherías no solo se vendían productos elaborados por las dueñas del establecimiento sino por otras personas, quienes oportunamente solicitaban turno en las respectivas chicherías. Estas tiendas eran muy  solicitadas y funcionaban prácticamente todos los días, por la gran demanda de la chicha, que se empleaba para asentar la comida en las viviendas, en la celebración de fiestas, cumpleaños y otras actividades sociales, en los centros de trabajo como eran mayoritariamente las chacras, donde existía la obligación de dotar al peón de su respectivo porongo de chicha, para que aplaque la sed durante sus labores.

Siendo este producto de mucha demanda, pues en todo el pueblo  habían veces en que se expendían la chicha en unas 15 o más tiendas a la vez. Entonces había mucha población en Cajatambo, todas las casas estaban habitadas y cada una de ellas con 6,8, ó 10 personas. Cada matrimonio tenía por lo general  entre 5 y 8 hijos.
Siendo así esta actividad de la venta  de la chicha había que  pagar impuestos por cada barril de este producto en venta. A este pago le llamaban CISA y se cancelaba en la Caja de Depósitos y Consignaciones, Departamento de  Recaudación. Al crearse el Banco de la Nación, esta entidad asumió tal función de recaudación.
Con la llegada de la carretera, la emigración de la población, el abandono de las chacras, la la gradual disminución del cultivo del maiz, la llega  en cada  fiesta de paisanos co nuevos hábitos etílicos, la inundacion del mecado con cerveza y otros licores,  y otros factores, el consumo cotidiano de la chicha en el pueblo fue disminuyendo hasta desaparecer. Hoy se prepara esta bebida en contadas ocasiones y en poquísima centidad.

1 comentario:

Unknown dijo...

Solo nos queda recuerdos maravillosos de aquellos tiempos.
Yo recuerdo que mi mamá Olga Requena mandaba moler la jora y maíz para la chicha en el molino de piedra que funcionaba con el agua del río.
Habían tres molinos, en estos se molian trigo para los bollos y semitas que mi madre preparaba